15 ago 2011

Mentir

Tengo una pregunta apuntada en un taco de notas sobre mi mesa. Y arriba el título de la entrada de hoy, «Mentir».

La pregunta es ¿Por qué mentimos? Todos hemos mentido alguna vez, todos mentimos. Y a todos nos han mentido. En cosas más o menos importantes, con mayor o menor repercusión, produciendo más o menos daño, la mentira está presente en el vivir de cada uno de nosotros.
¿Qué nos mueve a mentir? ¿Qué esperamos, qué evitamos cuando mentimos? Mentir es un mecanismo de defensa, de evitación del daño. Mentimos para ser quienes no somos, para agradar a quien tenemos delante, para que no piensen determinadas cosas y sí piensen otras... Somos capaces de mirar a los ojos a alguien, muchas veces a alguien a quien queremos, y mentirle. Engañarle. Hacer ver una realidad que no es tal, que no es sino lo que quisiéramos que fuera, pero que no es y que nunca será.

Presentamos mundos falsos, historias falsas, vidas que no hemos vivido... miramos a los ojos, pensamos «le quiero» y a la vez le mentimos. El acto más común de hipocresía. Y el más terrible. Mentimos a los demás, pero lo que en realidad hacemos es mentirnos a nosotros mismos. Pretendemos asentarnos sobre unas bases espurias creyendo que así seremos mejores, más fuertes. ¿Sin un sostén real? Difícil.

¿Cuándo creamos el problema de la verdad? ¿Cuándo empezamos a avergonzarnos tanto de nosotros mismos? Si todos hemos tenido buenas y malas experiencias, todos hemos sufrido, todos hemos disfrutado de personas, de momentos, de lugares... Nuestras vidas no merecen ser ocultadas, ser empañadas con un halo de fantasía; su cruda realidad, su fealdad y su belleza simultáneas son lo más preciado que podemos ofrecer a alguien. Y de paso nos ahorramos mucho sufrimiento posterior. Esas bandas de fibrosis que se nos marcan en la vida no restan un ápice de belleza a lo que somos. A lo que hemos sido y a lo que seremos. Las cicatrices, lo feo, lo que nos lleva a mentir, también es nuestro. Y nunca nos lo podremos quitar.

La experiencia de saberte mentido es dura. Son  gotas de agua fría que horadan nuestra confianza, nuestra esperanza, nuestras ilusiones. Poco a poco, pero de manera continua... La experiencia me ha enseñado que no merece la pena; así que  voy a atreverme y voy a ser sincero... y si puedo pedirte algo, lo único que soy capaz de pedirte, es que tú también lo seas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario